jueves, 29 de diciembre de 2016

Constelaciones metropolitanas

A lo largo de los tiempos vivimos en bosques, montañas, selvas...Naturaleza. Tratábamos de encontrar un entorno confortable para asentarnos y acoplar esa porción ocupada a nuestra evolución.
¿Y no es cierto que las ciudades son solo grandes bosques futuristas?



Caminas por esa ciudad tan apabullante que apenas desconoces pero que al mismo tiempo puedes sentir que respiras en una atmósfera nueva. Parece como si explorases un nuevo entorno, una nueva llanura repleta de nuevos recovecos. Te sientes insignificante y a la vez parte de algo tan bello por estar pisando el suelo de ese entorno...
A tu alrededor hay arboledas de edificios de todas clases: pinares de rascacielos, manglares de apartamentos, cerezales de monumentos... Todos y cada uno distribuidos por caminos de asfalto por donde se circula a pie o por distintos medios de transporte modernos.

Está todo prendado de constelaciones de colores vivos allá donde mires: ventanas luminosas, focos desde los vehículos, luciérnagas estáticas en cada uno de los cruces de color verde, amarillo y rojo y grandes pantallas publicitarias como soles nocturnos.
La oscuridad es intensa, pero embellece con sus sombras y contrasta esas estrellas multicolores, que desde manos humanas han caído en la urbe para ser depositadas no por casualidad allí, como si fuesen gotas de luz. El rocío temporalmente contrario al de la naturaleza. Aparece por la noche; cristalino, fugaz, refulgente, deslumbrante incluso en la distancia.


Los transeúntes siguen el ritmo acelerado de aquel gran bosque. Siguen el raudo compás de aquellas estrellas saturadas en cuanto a su cromatismo, brillo y movimiento.Tanto movimiento que son intermitentes, intranquilas, geométricas como los anillos de saturno, incansables e infinitas como el viento.


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Hay un sonido natural y característico sea el momento que sea. Son ligeros torbellinos de bullicio que abarcan todo el espacio. Todo ese espacio llamado ''ciudad'', esa naturaleza metropolitana con una grana armonía en la filogenia de la misma.

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jueves, 15 de diciembre de 2016

Agua, tinta, fuego, lluvia, luz

Entré en la estación de tren.Tenía miedo de perderme, por eso caminé despacio para fijarme bien en las indicaciones y subir al andén adecuado. Sabía que cuanto más avanzaba, más cerca estaba de la fantasía que me coloreaba la mente casi a diario.

Hacía frío y estaba nublado. Mi corazón iba tan deprisa que ni siquiera la música podía tranquilizarme.
Miraba la hora mucho más a menudo que la primera vez que tuve que coger un autobús sola. El humo del cigarro se confundía con el vaho que salía por mi boca; la cual estaba sedienta de sus besos, de sus palabras, de sus te quiero... Mi mirada era nerviosa, pero sé que al mismo tiempo brillante por la emoción.

Bajé la música un poco, había parecido oír el sonido del traqueteo de un tren en la lejanía. Miré hacia el horizonte. Las vías del tren esa mañana parecían asoladoras, pero yo las percibía preciosas solo por ser el medio que me conduciría hacia él de una vez.
Percibí en la lejanía la parte delantera de un tren. Me quité los cascos rápidamente. Mi pelo se balanceó al ritmo del viento cuando el tren se acercó a los transeúntes que esperaban al igual que yo. Bajé la mirada por miedo a encontrarme con la suya desde su ventanilla. Aunque no pude controlar mi curiosidad en cuanto vi que el tren frenaba.
Mi pulso se aceleró aún más, parecía sonar como las ruedas del tren al pasar de un andén a otro.


Vi una persona en la lejanía. Era bastante alto en comparación conmigo. Reconocí esa expresión al instante.SU expresión.
Caminé hacia él, pero cuanto más me acercaba, mas aceleraba el paso hasta que acabé casi corriendo.
Me lancé a sus brazos y hundí mi cabeza en su pecho. Me rodeó con los suyos y entonces se me escapó una sonrisa tonta. Nunca en mi vida me había sentido tan protegida y reconfortada por un simple abrazo. Levanté la cabeza y le miré a los ojos. Eran de un color avellana aún más precioso de lo que imaginé.
No pude contenerme y le di un beso en la mejilla, lo cual le hizo sonreír de forma tímida.

A pesar de negarse, me ofrecí para ayudarle con el equipaje hasta que accedió. Le cogí de la mano y le conducí hacia la salida.

¿Todo esto estaba pasando de verdad? ¿Puede ser cierto el hecho de llegar a vivir tu propia fantasía?
En ese momento pensé que era la persona más feliz de ese 13 de enero. La persona más agradecida en una simple estación de tren solo con la presencia de una persona.


***


La cafetería estaba algo abarrotada, pero tuvimos suerte.
El café humeaba sobre la mesa de madera de forma casi hipnótica. Siempre pensé que una taza de café en los días fríos del duro invierno de esta ciudad eran un regalo. Pero lo que yo estaba viviendo sí era un regalo.
Conversábamos como nunca lo habíamos hecho. De temas banales,estúpidos, de nosotros, del viaje...
Me hacía reír como nadie. Juro que si la felicidad pudiera palparse, en ese momento yo sería lluvia. Lluvia durante una mañana soleada en mi interior,donde las gotas se conviertan en cristales dorados tras los rayos de luz.



Le acompañé a la habitación del hostal de nuevo. Le tiré a la cama de un empujón tras haber observado todos los rincones. Era luminosa y las cortinas blancas promovían a que la poca luz de ese día se colara entre aquel tejido vaporoso.

Me tumbé al lado suyo. Le acaricié la mejilla mientras sonreía y me perdí una vez más en sus ojos. Me hizo perderme en algo tan maravilloso que pude reencontrarme de nuevo tras varios años de agonía. Me devolvió el brillo a la mirada, y cambió el vacío y la tristeza de mis ojos por esperanza y ganas de vivir de nuevo.

Me acarició mis cabellos pelirrojos mientras nuestros cuerpos se hallaban cerca, hundidos en aquel cómodo colchón blanco. Jugueteé con mi dedo índice e hice un camino de caricias suaves desde su mano hasta llegar de nuevo a su mejilla. Entonces le miré a los labios. Comencé a acercarme lentamente hacia él, y le besé. Fue un beso apasionado, dulce y cargado de cariño. Éramos ardiente fuego del que podía ser capaz de hacer crecer flores en cualquier estación.

En aquel instante se produjeron en mí un millón de emociones tan intensas como nunca antes las había experimentado. Me sentía como una mancha de acuarela que crecía y crecía, y que se degradaba en distintos colores a medida que descendía por mi alma. La tinta era él y el agua yo. Era un dripping de los más espontáneos, intensos, emocionales y de los más hermosos colores que puedas imaginar. Y él era mi artista, éramos arte juntos.

domingo, 16 de octubre de 2016

Emociones en la arena

Alguna vez has llegado a pensar...si tuvieses una sola máscara de por vida, y que describiese una única emoción, cuál sería? ¿Escogerías lo que sientes la mayor parte del tiempo, o lo que querrías sentir?
Si tú fueses emociones tales como tristeza, impotencia o frustración... ¿qué harías? ¿Qué opción escogerías?

Tal vez tengas que ver las dos caras de la moneda en una historia.
Tal vez la mejor forma de descubrir es imaginar, y vivir.

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Vagaba por un lugar sin saber muy bien donde estaba. A veces veía a otras personas que eran más parecidas a siluetas con cuerpo de sombra y una máscara flotante sobre su rostro. Algunos iban corriendo juntos. Saltaban, reían y sus voces se perdían en la lejanía como si fuesen un sueño.
Otros iban solos, y eso era lo único en lo que me parecía a ellos. Andaban pesadamente o muy agitados, o incluso corrían asustados, como si estuviesen atrapados a pesar de que era un espacio abierto.
Nunca pude comprobar quién eran. Era como si hubiese una cortina invisible que me impedía acercarme a ellos. Aunque nunca supe si esa extraña fuerza era algo más mental que físico. Lo único que me permitía mi cuerpo era girar la cabeza para observar su máscara y después verles desvanecerse entre la bruma. ¿Les pasaría lo mismo a ellos?

No sabía como había llegado allí, ni por qué, ni desde hace cuánto. El tiempo era casi inexistente, igual que la compañía para cualquiera que tenía mi tipo de máscara.

Era cierto que nadie tenía una máscara igual, pero se dividían principalmente en dos grupos: las máscaras de color amarillo y las de color índigo. Había tanta variedad...y sin embargo todas me parecían bonitas. Sobre el fondo de alguno de los dos colores había distintos estampados que describían a la persona en sí. Distintos colores, formas, brillos, profundidades... No había dos iguales ni tampoco más bonitas que otras. Todas tenían cierta atracción y poder.
Yo nunca había visto la mía, pero sabía que era de color índigo.

Decidí sentarme al lado de unas altas hierbas de color desvaído. Era extraño, pero eran mas suaves de lo que pensé que serían.
Me llevé el dedo índice y corazón a la máscara, y lentamente la palpé. Cerré los ojo y trate de ver la forma y el color. Seguí la forma curva como si fuese un camino, desde mi pómulo hasta rodear la parte baja de mi ojo para acabar en un extremo de la nariz. No era una línea muy gruesa, pero tenía volumen. Seguí palpando y no tardé en darme cuenta de que los dos lados de la máscara eran simétricos, salvo en el grosor de una de las líneas curvas del pómulo.


Miré a mi alrededor y el paisaje había cambiado. De pronto me encontraba en un sitio distinto. Ya no estaba en ese camino, sino en un puente de piedra al lado del mar. No había nadie más, y eso era muy raro...
Recorrí el puente, y vi que había unas escaleras de piedra desgastadas y húmedas cerca de mí. Me asomé por el puente para comprobar a donde conducían. Bajo el último escalón había un gran espacio de arena blanca y fina.

Según bajaba las escaleras, notaba cosas nuevas. Una brisa trajo muchos olores mientras mecía mi pelo oscuro violentamente. Olores, pero también recuerdos... Pude identificar el olor a agua marina, piedras, algas, arena... Y al mismo tiempo que trataba de sacar cada esencia de cada olor, se proyectaban imágenes en mi memoria... Una mano suave y cálida agarrando la mía, una mano que me protegía y que a la vez me hacía sentir que se compenetraba con la suya.

Toqué la arena con mis pies descalzos. No estaba caliente, pero tampoco demasiado fría. Era agradable al tacto, como pisar una sábana hecha de cojines acolchados.
Comenzaba a sentir algo extraño según andaba por la playa...algo parecido a la satisfacción. Sentí como si eso ya lo hubiese sentido alguna vez, aunque hasta ahora no recordaba ni que ese sentimiento existiese para la gente con la máscara de color índigo.

Decidí ir en dirección a la orilla, y más recuerdos junto con los aromas aparecieron. Cerré los ojos y traté de concentrarme en todo lo que me rodeaba y lo que se proyectaba en mi cabeza. Podía oír las olas del mar, la brisa marina y notar su olor con la calidez de esa mano que antes había recordado.
De pronto recordé unas risas, casi iguales a las de las personas con la máscara amarilla que solía ver en mi camino. Pero tenían un toque distinto, casi podía sentir la sensación que producía a esas dos personas aquella carcajada. Corrían, jugaban, saltaban, reían...
Ya no eran dos personas, había más, pero el recuerdo era borroso, no podía identificar a nadie.
Abrí los ojos y sonreí. Jamás había sentido algo tan bueno y tan real. Nunca hubiese pensado que eso podría llegar a pasarme después de estar vagando por los caminos...

Miré al horizonte y vi unas sombras cerca de la orilla del mar. Cada vez se hacían menos translúcidas y más realistas. No eran recuerdos, eran de verdad. Ellos no tenían máscara, y a pesar de no conocer a ninguno, sus rostros me parecían familiares. Vi como una chica sonriente hacía un gesto con la mano para indicarme que fuese con ellos. Me infundió mucha confianza a pesar de no reconocerla.

Caminé en su dirección. Vi como estaban metidos en el agua hasta las rodillas. Parecían tan felices... Y por alguna razón no sentí lo que sentía otras veces cuando veía pasar a las personas felices de máscara amarilla (indiferencia, curiosidad), sino...como si yo también pudiese ser como ellos. Como si pudiese ser feliz por primera vez, o...¿otra vez?
Puede que por eso sintiese cierta familiaridad, puede que una vez fui feliz, pero había estado tan triste que lo había olvidado.

La arena estaba más húmeda en esta parte de la playa, aunque había aún bastante espacio entre el agua y yo. La marea era baja, aunque me sentía muy cerca y a cada paso mejor que en el anterior.

Llegué a la orilla. El agua espumosa tocaba mis pies. Estaba fría, pero no me hacía estremecer.
Aquella chica seguía mirándome con una sonrisa amplia, esperando pacientemente a que llegase. El agua me daba respeto, aunque al mismo tiempo aquellas personas me infundían confianza.
Miré bajo mis pies. El agua había dejado escrito en la arena una frase: ''Para ganar hay que arriesgar''.
Observé a la chica otra vez, y decidí adentrarme en el agua.

El agua no tardo en tocarme los tobillos cuando noté unas algas en mis pies. Las aparté con un leve movimiento, pero al volver a observar a la chica, vi que estaba bastante más lejos de lo que recordaba. El mar de pronto estaba muy oscuro y mucho más profundo a pesar de que el nivel de agua no había subido ni para mí ni para las personas de antes. El agua era casi negra, y aquella oscuridad iba en dirección a mi cuerpo. Tuve miedo, pero seguí avanzando.

De pronto aparecieron más algas oscuras en mis pies, algunas se aferraban a mis tobillos y era complicado avanzar. En uno de mis pasos la arena se hundió bruscamente. ¿Había sido un hoyo, o una de esas algas que me había tirado hacia el fondo?
Estaba muy asustada, a cada paso era mas complicado. Mis pies se hacían muy pesados dentro del agua, pero no paré de mirar a la sonrisa de esa chica para no perder la dirección ni los ánimos.

Estaba muy cerca ya. Ella me tendió su mano pero cuando iba ya a sostenerla, mis pies se hundieron bruscamente en la arena. De pronto mi cuerpo estaba dentro del agua. Varias algas oscuras se retorcían por mis tobillos, tratando de llevarme al fondo. 

Estaba muy oscuro allí abajo, solo podía ver una luz tenue cerca de la superficie. Me balanceé de un lado a otro, pataleé, pero las algas eran más fuertes. Traté de mover mis brazos para salir del agua, pero no podía. Estaba cerca, muy cerca, pero no podía subir más. Estiré mi brazo derecho lo que más pude. Conseguí sacar parte de mi mano fuera del agua. Me sentía atrapada, aterrada, impotente.

De repente noté algo en la palma de mi mano derecha. Fue tan rápido que apenas pude darme cuenta. Salí disparada por una fuerza descomunal hacia fuera del agua.

Me encontraba casi sin aliento en una barca de madera. Observé a mi alrededor. Las personas de antes se hallaban cerca de mí, con mirada atenta y calmada. Me sonreían. Casi podía leer en sus miradas un ''todo ha pasado''.
La chica de la sonrisa me tendió la mano para levantarme, pero nada mas hacerlo noté algo extrañamente húmedo sobre los dedos de mis pies. Eran gotas de color índigo. Me palpé la mejilla con las yemas de los dedos. Mi máscara... ¿Qué está pasando?

Cada vez caían más gotas de color índigo, dejando así un gran charco sobre la barca. De pronto empezaron a caer gotas más leves de otros colores que tiñeron ligeramente al charco oscuro. Violeta, azul celeste, blanco... No podía parar de mirar fascinada y confundida al mismo tiempo como se fundían unos colores con otros, era mágico.

De pronto cayeron unas gotas de color...¿dorado? Una, dos, tres...
Cuando la cuarta tocó el charco multicolor, los colores empezaron a moverse por sí solos de la
misma forma que lo hacía el mar, de forma tranquila e hipnotizante.

Hubo un momento en el que la barca se balanceó ligeramente por una ola. El charco de colores fue en dirección contraria a mí, como cuando la marea retrocede en la orilla.
Seguía habiendo colores en la madera, pero había unos espacios claramente vacíos en los que  se podía ver la madera de la barca. Eran letras. ¿Una frase...?
''La unión hace el cambio, pero la fuerza más poderosa, está en tí.''


lunes, 14 de marzo de 2016

Ángel oscuro, salido del infierno angelical

Estamos a tantos kilómetros desde que decidiste olvidarte de mí...desde que decidiste echarme de tu vida, como si fuese una maleta destrozada dentro de tantas cosas inservibles pero que en su momento tanto quisiste. Eras todo lo que siempre había deseado, todo lo que en mi mente sería la persona perfecta con la que pasar mis días, mis horas, mis años,  mi vida que tanto he despreciado en tan poco tiempo de existencia.Es sorprendente como una sola persona me hiciese cambiar de opinión sobre la imposibilidad y dureza de las relaciones a distancia. Y no de distancia de ciudad a ciudad, sino de país a país. Tú cambiaste esa regla que tenía mentalizada desde que tengo uso de razón, pero jamás imaginé que se podía amar tanto a alguien con tantos kilómetros de por medio.

Eras oscuridad, la más incomprendida y bella oscuridad que podría existir dentro de una mente atormentada como la tuya, una mezcla entre la noche mas neblinosa y fría, la luna más dorada y dominante, la estrella más luminosa, la lluvia más amarga, incluso me atrevería a decir que había algún que otro rayo de tormenta en tu interior. Pero es curioso, que esa oscuridad, esa frialdad atormentada por el dolor de tu vida, que tan injusta ha sido contigo, me daba luz. Luz a un alma tan rota como la tuya, tan dolorida, tan muerta, tan triste, tan cansada como la que era la mía. Eras como el único atisbo de luz que existía en mi oscuridad más tenebrosa, la estrella que guiaba mi camino y me indicaba el norte, la luz que me llamaba a seguir el camino, me daba esperanza... Eras ese alma en pena con ara angelical con la que tanto fantaseaba, y que iba a comprenderme y abrazarme en mis melancólicos días...

Tu belleza era totalmente increíble, no solo por dentro, también por fuera. Cabellos dorados como el sol, ojos castaños como el más precioso otoño que haya podido existir a lo largo de los siglos, cuerpo lleno de cicatrices de guerra, de piel pálida y tan deseable de tocar como de oler la esencia perfecta de un perfume. Esos labios, tan deseables de besar como de morder el más azucarado dulce, acompañados de esa voz tan profunda e interesante que hacía palpitar mi corazón.
Eras reservado, pero por primera vez conseguí que me contases tu crudo pasado que a nadie habías confesado. Te entendía demasiado bien como te sentías, por desgracia, o puede que por suerte. Tus demonios y tus ángeles internos y también los míos, se atrajeron los unos a los otros, enredándose en odio, dolor, y amor puro al mismo tiempo. Ese tipo de amor que era distinto al mío, solo por el simple hecho de que biológicamente no podías amar, pero sí querer mucho. Y eso fue lo que me dijiste y demostraste a pesar de todo. Era duro no hacerte sentir más, debí de conformarme pero, ¿cómo era posible no querer más?

Y créeme que me sentía como alguien especial, alguien con el que por primera vez me había imaginado en un futuro, lejano y puede que no tan lejano: Corriendo por el amplio aeropuerto para abrazarte por primera vez después de tantos años, de mirarte a los ojos por primera vez que no fuese a través de una pantalla, besarte cómo tantas veces había soñado en mis noches inquietas, cogerte de la mano, tomar café por las mañanas y pizza por las noches mientras veríamos Incepction y admiraríamos a Leonardo Di Caprio, pasaríamos las noches abrazados escuchando The neighbourhood, y te sonreiría como nunca lo había hecho cuando me despertase a tu lado, mirándote como si todo ese contexto fuese un sueño ídilico del que solo se hablan en los cuentos, o de los que sueñas en medio de una clase de matemáticas a las doce y media de la mañana.

Era consciente de que nuestros problemas iban a ser cosa del día a día,es algo que forma parte en nosotros, pero no creas que no te he imaginado en la esquina del baño acurrucado sobre ti mismo como si no existiesen mas lágrimas que derramar, como si no hubiese más demonios aún de los que temer.

A mis ojos eres un ángel oscuro, que simplemente vino del cielo, pero inconscientemente e injustamente cayó al infierno de la nostalgia y del dolor.
Y no sé si es porque te fallé de verdad, o tal vez porque nuestros demonios eran tan tóxicos que se pelearon y nos separaron, o porque se cumplió lo de ''conocer a la persona correcta en el momento incorrecto''. Nunca lo sabré hasta que tú des tu brazo a torcer y te comuniques conmigo, ya que has sido tú el que ha construido un muro entre los dos. De vez en cuando tiro aviones de papel tras el muro con te quieros y te necesito, pero nunca hay respuesta... Solo queda una soledad vacía y de incertidumbre como respuesta...

Cosiste ese fino pero fuerte hilo de 2.000 kilómetros que nos separa, pero que a la vez y espero que inconscientemente, has enredado en mi corazón con mil agujas de cabeza redonda.
Estás en todos los lugares, comidas, personas... Has arruinado una de mis canciones preferidas con tu recuerdo, ya no puedo escucharla sin visualizar nuestras conversaciones diarias. He intentado de forma estúpida buscar el amor que me proporcionaba tu existencia con otras personas, de forma física  psicológica, tratando de pasar página, tratando de poner un punto y dar espacio para un nuevo párrafo. Pero he comprendido que si no cambias de capítulo, o si eres uno de mis personajes principales que aparecieron de la nada para convertirse en todo inesperadamente, es imposible desterrarte de mi libro.

Conseguiste que amase vivir cuando solo quería morir, que tuviese ilusiones de nuevo, sueños, esperanzas,que sintiese algo que no fuese un vacío doloroso que se había estancado en mi corazón por tantos años, y que nadie ni nada pudo hacer desaparecer, que sonriese cada día, que durmiese sonriendo cada noche, porque me estaba esperando un sueño en el que aparecías tú.

Ahora llueve de nuevo dentro de mí de forma torrencial, hay un espacio que ninguna otra pieza de puzzle puede rellenar, solo encajas tú. Y sí, he necesitado de todo un verano,de todo un otoño. y de un largo invierno que aún no ha conseguido disiparse de Burgos, para comprender que jamás he dejado de quererte. Solo pretendía mentirme a mi misma tratando de tapar con una cortina de personas, canciones y lugares, de tu bello rostro de mi mente. Pero al igual que el dolor, siempre vuelves a mi cabeza.

martes, 23 de febrero de 2016

Conduciendo hacia tu destino

Conduces a cincuenta kilómetros por hora por aquella carretera helada a consecuencia de los grados bajo cero frecuentes en ese mes de Enero. Aún no había nevado en ese jueves 17, y por suerte no había hecho falta poner cadenas a las ruedas.
Querías irte, escapar, dirigirte a ninguna parte, empezar de cero como si nada hubiera ocurrido, como si toda esa gente que te abandonó nunca hubiese existido.

Te detienes en un descampado de hierva escarchada fuera de la carretera, enciendes la calefacción y la cadena de música. Observas cómo la niebla se alimenta del ambiente y cómo los arboles se esconden tras ella.
Inspiras aire y luego lo sueltas poco a poco como significado de cansancio: cansancio de los problemas, cansado de aguantar, cansado de vivir. 

Bajas del coche y coges una cuerda del maletero. Observas el árbol que está en frente tuyo, ese árbol de ramas entrelazadas  gruesas en medio de aquel descampado, solitario, y poderoso a la vez. Atas la cuerda a la rama y te dispones a ponértela en el cuello, pero de pronto tu móvil suena. Es una llamada perdida y un mensaje:
''Hoy he preparado tu comida favorita, no tardes en volver. Te quiero''

Ese mensaje te hizo sonreír y recapacitar por un momento. Puede que todo no sea tan horrible, puede que incluso merezca una oportunidad al fin y al cabo...

martes, 9 de febrero de 2016

I want to disappear

Era una mañana como otra cualquiera, un día como otro cualquiera, y un mes tan frío como cualquier otro febrero. También se volvía a sentir como antes. Tan triste, tan sola, tan vacía y a la vez tan llena de dolor...
No podía apenas escribir, ni hablar, ni articular movimiento alguno sin que su cuerpo se sintiese como si pesase lo mismo que una pila de ladrillos.
Sentía como si en ese día su existencia no fuese de verdad, como si fuese una simple y pequeña porción de espacio ocupada por un cuerpo muerto por dentro.
Sabía que su desaparición del mundo llenaría el suyo ya inexistente de lágrimas, pero solo por un tiempo; sería por siempre febrero, pero solo por un tiempo...
''Aunque desaparezcas no dejará de llover, ni de lucir el sol, ni la gente detendrá sus vidas, todo seguirá igual''. Lo sé... En ningún momento he llegado a pensar que ello equivaldría a un cambio en el mundo, Solo soy una pequeña e insignificante persona, una de tantas, que al fin y al cabo, como todos, desperecerá y se sumirá en tierra, en un lúgubre y frío ataúd, tan frío como la Muerte.

domingo, 7 de febrero de 2016

Ella, luz tan pura; yo, incandescente soledad

En ese momento se alzó el sol en la mañana y de forma poco inesperada, apareció mi pequeña antagonista: la soledad. Pero de pronto una luz blanca y pura apareció de la nada. Sí, eras tú.
Tan escurridiza, tan preciosa a la vez, tan rítmica, como un ángel con dotes de diosa. Me quedaba embobado con tus movimientos Yo te alzaba del suelo y dábamos vueltas. Nuestros corazones palpitaban cuando nos juntábamos, pero de pronto desaparecías, regresabas  volvías a aparecer de nuevo. Era un círculo sin fin en el que no sabía cuánto iba a durar aquel sueño hecho pesadilla en su misma materia.
Se hizo de noche, y de nuevo me encontraba con la dolorosa soledad, pero en el reflejo de la luna, de una sombra blanca apareció tu cuerpo con unas alas de ángel enormes y tan bonitas como ella. Cayó sobre mi silueta dejando tras de sí un manto de plumas blancas como la nieva y ligeras como el aire.
Volviste a aparecer y esta vez tu silueta era táctil, real. Esta vez te quedaste, esta vez ya no eras de nadie, sino de ti misma y de los dos. Pero yo debía irme a pesar de que hacías revivir a mi corazón de una forma casi inaudita.  Yo debía dejarte para siempre...

miércoles, 3 de febrero de 2016

La noche


Ansío tanto a la noche, poder tenerla por siempre, poder tocarla, palparla, sentirla en cualquier instante...
La oscura noche: ese manto negro estrellado en verano, neblinoso en invierno, nublado en otoño, despejado en primavera.
La leve brisa gélida te azota la piel con su leve tacto y ese toque misterioso.
Y la luna, oh la luna, esa gigante plateada que parece observarte desde tu ventana, esa redonda y pura bolita que sujeta el cielo y que parecen los ojos de otra persona mirando con la misma intensidad que tú al cielo desde miles de kilómetros, pero conectados de alguna forma por este bello satélite que ilumina a los nocturnos.
La luna se podría asemejar a las personas. oscura pero con mucha luz interior, y a pesar de que se hacen ver los defectos y melancolías(es decir esas manchas que la hacen tener forma a la luna), cuando esta se ilumina, es lo mejor que podría existir en algo tan oscuro.

domingo, 31 de enero de 2016

Sin título


Me encontraba en aquella enorme casa de fiesta ,en ese sábado por la noche a las dos de la mañana. Todo parecía perfecto, la música sonaba alta, bailábamos, reíamos... Pero de pronto apareciste entre la masa de gente y las luces azules. El son de la música dejaba bailar mis extremidades al son de la canción, y de pronto vi tu pelo rubio y suave. Casi podía notar su tacto en la distancia. Tus ojos azules predominaban entre todos los de aquella habitación, y las luces de discoteca les parecía verse aún más brillantes que de costumbre.  Solo quería escapar corriendo, pero a la vez quería quedarme y disfrutar por una vez. Giré la vista y vi una mesa de madera y unos sofás. Me acerqué sin saber muy bien por qué pero sí por qué motivo me acercaba. Un chico me ofreció una droga en forma de cápsula. Quería escapar de verte, quería escapar de mis pensamientos y quería probar nuevas experiencias.

A la media hora, pude notar poco a poco sus efectos. La música parecía fluir físicamente como un río, sus borbotones de agua musical parecían salpicarme de forma invisible, los besos con extraños parecían pinceles suaves bailando y pintando un bello cuadro dentro de mi boca. Todo parecía sencillamente perfecto, copas. drogas. música alta, euforia... Pero volví a verte de nuevo. Te observé como te lanzabas a otra chica que no era yo, la agarrabas de la cintura y la besabas. Corrí a esconderme a un baño y rompí a llorar. Aún no lo había superado, aún mi mente no se había dado cuenta de que nunca habrá un ''nosotros'' más allá de la amistad.
Salí a fumar un cigarro, la nicotina me hacía volar junto con los otros efectos de la droga que me dio el chico desconocido.
No entendía nada, me sentía muy confunda. Bebí lo que quedaba de mi vaso de un trago y fui adentro de nuevo. Era tarde, mucha gente se había ido, otros yacían dormidos en cualquier parte.
Yo hice lo mismo y para mi sorpresa, soñé contigo.


viernes, 29 de enero de 2016

Silvia y sus demonios

Todo empezaba a tornarse extraño de repente. Notaba el frio correr por mi piel, cómo se me erizaba el vello y los escalofríos dominar mi cuerpo. Fruncía el ceño, ya que empezaba a oírlas otra vez... Miraba a todas partes y a ninguna.

- Debes matarte - Dijeron entre susurros - No vales nada.
- No, no es cierto - contesté insegura.
- Das pena. Molestas a todos a los de tu alrededor.
Imagen de Psycho, schizophrenic, and american horror story- Ellos me quieren, y yo les quiero a ellos.
- Eso no es suficiente. No eres suficiente, no deberías ni existir.
Me tapé los oídos con las manos, me cogí del pelo fuertemente.
- Callad... Callad...
Pero los susurros seguían dentro de mi cabeza. Y de pronto, apareció él.
- Si estoy aquí será por alguna razón. – dije
- Has nacido para morir. Cobarde, egoísta. Ni siquiera eres capaz de acabar con tu propia vida por el bien de los demás.
- ¿Soy cobarde...?
- Claro que lo eres, gorda de mierda.
- ¿Debo hacerlo? ¿Debo hacerlo?
Rodeé con mis brazos las piernas, era una forma de sentirme más segura, y comencé a balancearme sobre mi misma en el suelo de mi habitación de puro nerviosismo.

- ¿Silvia?- Seguía ausente, mirando al vacío. -¿Silvia, sigues aquí? – Volvió a preguntar mi psiquiatra del hospital. Le respondí con la mirada. Al relatar el hecho me había ido por completo.
- Háblame de ese ser. Tus amigos lo llaman Boggart, ¿verdad?
- Sí. Como en la película de Harry Potter. Pensaron que era una buena forma de llamarle.
- ¿Por alguna razón en especial?
- Sí. Un Boggart es una especie de ser que adopta la forma que más te aterrorice a ti mismo en especial, pero si le hechizas con un conjuro le ridiculizas, adoptando este otro aspecto y así ya no te da  tanto miedo.
- Entiendo... - Anotó en el ordenador sonriendo. – Y dime... ¿Qué aspecto tiene?
Mi cara empezó a cambiar hasta tener un aspecto serio. Le recordé en mi mente, y a duras penas le describí.
- Es... Alto, y muy muy delgado. Se le marcan las costillas, los hombros y las rodillas. Tiene la piel amarillenta y rugosa.
-¿Tiene cara?
- Sí... – Dije con la voz temblorosa – Sus ojos son grandes y redondos. Su boca es enorme y me sonríe desde lejos con sus dientes afilados y puntiagudos.
El psiquiatra apuntaba todo con gran velocidad, y no paraba de prestar atención a mis palabras.
- ¿Hay alguna forma de que desaparezca? – Preguntó curioso el médico.
- Ridiculizándole suele dar resultado. – Contesté.
-Cuéntame cómo le ridiculizas.
- Le imagino con las uñas y los labios pintados de rosa. Ah sí, y con un gorro de Papá Noel rojo.
Los dos echamos a reír levemente.
Me miró fijamente  respondió esa pregunta que nadie en la vida me había dicho ni esperaba que me dijese nunca.
Imagen de girl interrupted, movie, and sad- ¿Me prometes que te mantendrás con vida después de salir de esta consulta? – Y me tendió la mano. La miré tentadoramente. Se me pasaron muchas cosas por la cabeza en ese momento. ¿Sería capaz de mantener mi palabra? Nunca pensé que algo tan sencillo de pronunciar sería tan complicado de realizar. Pero tras varios segundos, conseguí contestar.
- Lo prometo...- y tendí su mano a modo de promesa.
- Seguiremos trabajando el próximo día esto. Puedes volver a tu habitación. – Sonrió satisfecho.
Me levanté de la silla y salí de aquel cuarto acogedor. Siempre me encontraba liberada después de aquellas sesiones semanales. Pero no siempre era suficiente... Nunca es suficiente cuando tienes que convivir con alguien a quien odias a muerte dentro de ti mismo...

jueves, 28 de enero de 2016

La hoja que murió en el río Muerte

Yo era una simple hoja de árbol, con una vida breve, tan efímera como la de un suspiro. Breve por su corta duración de tiempo, pero a la vez larga, porque ese suspiro, esa hoja, ha ocupado un sitio en el aire, en el cielo...


Nací del más tierno árbol, con mi tallo verde, fuerte y joven. Fui creciendo y cada vez mi cuerpo se hacía más grande y hermoso, mis venitas por las que corría la sabia de mi madre me alimentaban, me daban vitalidad. Nacían flores rosadas y blancas a mi al rededor que me daban compañía en la primavera y en verano disfrutaba de los más puros y cálidos rayos de sol del atardecer de verano. Todo era perfecto.

Pero por desgracia empezó a hacer frío, y las lluvias y las tormentas llegaron. ¡Qué miedo tenía a aquellos vendavales de agua helada! 
¡Cuánto repugnaba aquellos vientos fuertes que de mi madre me querían arrancar!

Mi tallo se iba haciendo cada vez más débil, mi cuerpo se tornaba marrón y seco. En cualquier momento me iba a romper y nadie tendría compasión de no arrastrarme con los pies cuando al suelo me cayese. 

Las heladas comenzaron a acercarse a todos. muchos de mis hermanos cayeron, otros se mantenían sujetos a nuestra madre, pero yo no podía más. No tenía fuerzas. Y en una tarde neblinosa y fría de noviembre caí, caí suavemente y el viento me meció al son del tintineo de las pocas hojas que quedaban en el árbol. 
Pasaron varias semanas y yo ya estaba muy desmejorada, rota, fría, sola... 
Un día de diciembre el viento soplaba con mucha fuerza, tanto que helaba la piel de mi cuerpecito viejo y desgastado. Llegué al río y como si este acunase a un niño de tan solo unos meses, me meció y llevó consigo; frío pero seguro. Era tranquilizador como las rocas chocaban contra mí y el agua me acariciaba suavemente. No tardé mucho en sumirme en él. Una vez mis hermanos me dijeron que esto se parecía a la muerte de los humanos, frío, seguro, oscuro, tranquilizador, apacible...
Y así en esa noche de diciembre de luna llena me morí , me sumí en un sueño eterno en el que todo era paz.

miércoles, 27 de enero de 2016

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano... (Heine)

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano.
¿No sientes dentro lúgubre inquietud?
Es que en el alma llevo un artesano
que se pasa clavando mi ataúd.

Trabaja sin descanso todo el día;
y en la noche trabaja sin cesar;
que acabes pronto, maestro, mi alma ansía,
y me dejes en calma descansar.

jueves, 21 de enero de 2016

Las barreras del amor

Nunca pensé que llegaría ese beso. Ese beso tan intenso, en el que nuestros labios bailaban bajo la lluvia al ritmo en el que las gotas caían levemente sobre nuestra piel y nuestra tez fría, pero a la vez ardiente por la muestra sorprendente de pasión de ambos. Pavlik me agarró por la cintura, y sí, en ese instante sentí que el tiempo se hacía infinito. Nos miramos fijamente, he de decir que amaba el mar azulado que tenía en sus ojos. Pronunció mi nombre algo entrecortado y me dijo un ‘’te quiero’’ vergonzoso. Yo sonreí y le respondí que qué íbamos a hacer. Vivíamos en un pueblo ruso de tradiciones conservadoras, en donde la homosexualidad no estaba nada bien vista. Los dos nos quedamos pensativos, pero después nos dejamos llevar por el momento de nuevo, no era momento de preocuparnos. Con que nuestras familias no lo supiesen, bastaba. Nos despedimos y separamos de camino para finalmente dirigirnos a nuestras casas.
No lo podía creer. Él era todo lo que había soñado: alto, guapo y polifacético. Tenía el pelo abundante y rubio, mientras que sus ojos color mar acompañados de sus labios finos y rosados, inspiraban ternura. Tocaba el violín y le gustaba la música indie. Sencillamente genial. Mientras, yo era más bien todo lo contrario: tenía el pelo color azabache y un par de esmeraldas por ojos. Tocaba la guitarra y me gustaba la música alternativa. Pero sí teníamos algo en común, nuestras familias. Eran bastante conservadoras en cuanto a tradiciones se refería, y de temperamento frío como la temperatura de nuestro país. Mi padre y el suyo eran muy homofóbicos, al igual que la sociedad, lo cual no entendía.
Me sentía como un pecado, como un error, como una decepción para mi familia y para lo que sería en un futuro. Pero al mismo tiempo no me importaba. Le tenía a él. Solo él y yo y nuestro pequeño pero gran secreto.
Pavlik y yo teníamos encuentros nocturnos. Ambos nos escapábamos de casa cada noche. Íbamos a una cabaña de madera que construíamos de niños en un bosque cerca de nuestras casas. Era preciosa, acogedora y muy de nuestro estilo. Tenía colgados en las paredes posters de nuestros grupos preferidos, un altavoz para escuchar música, una alfombra roja donde sentarse justo en el centro y un par de sillas en los rincones, así como un pequeño armario donde guardaba licores y varias bebidas y un sofá-cama verde oscuro. Todo eso no era mucho, pero seguía siendo  mucho más de lo que necesitábamos.
Esa noche iba a ser especial. Los dos habíamos dicho que no íbamos a dormir a casa, que lo haríamos en casa de un amigo, pero en realidad la pasaríamos juntos. Nos sentamos en el sofá, y mientras escuchábamos música, reíamos, nos besábamos, bebíamos, nos abrazábamos... Así hasta la madrugada. Hablamos de forma cómica de las horribles formas de pensar tan cerradas de nuestros conocidos y familiares. Les imitábamos, hacíamos muecas extrañas y copiamos su voz. También pensamos en mantener todo eso en secreto hasta que nos fuésemos a estudiar a la universidad y nos fuésemos de casa. Al fin y al cabo nos quedaba menos de un año para acabar todo ese infierno.
De pronto la carcajada se tornó a una sonrisa tímida pero sincera. Le acaricié la cara y el pelo y comencé a besarle, lo cual él me respondió quitándome la camisa. Yo hice lo mismo poco a poco. Y así, nuestros cuerpos se unieron por primera vez de verdad y con amor puro, piel con piel, a las dos de la mañana de ese mes de agosto.
Me desperté con los primeros rayos dorados de sol que se colaban por la ventana trasparente. Pavlik aún seguía plácidamente dormido.
Me levanté intentando no despertarle, cogí café del termo y empecé a bebérmelo con ganas. Me fijé en lo perfecto que era todo, pero no sabía que aquello duraría poco y que lo trágico solo estaba por llegar...
Pavlik abrió los ojos, le di un ‘’buenos días’’ cariñoso junto con un poco del café que había sobrado, el cual aún seguía caliente.
Encendí el altavoz de nuevo para espabilarnos, y comenzamos a vestirnos. A las dos horas ya estábamos saliendo de la cabaña para dar un paseo matutino. Íbamos de la mano, como de costumbre. Paramos en un tronco para sentarnos. Nos estábamos besando cuando de pronto oímos algo a nuestras espaldas.
Era un grupo muy conocido en la ciudad de radicales homófobos rusos. Estábamos impactados, ya que no había escusa que valiese para justificar nuestro gesto. Tras varios insultos y gestos de asco y desaprobación empezaron a perseguirnos por todo el bosque con el objetivo de agredirnos. Corrimos todo lo que pudimos pero yo fui alcanzado. Mientras me empujaban y me retorcía en el suelo por cada golpe que recibía, gritaba a Pavlik que corriese, que no se detuviese, el cual por suerte hizo caso.
Cuando pensé que ya no podía soportar más golpes, se detuvieron y se fueron satisfechos. Cuando me levanté tenía moratones por todo el cuerpo, la nariz sangrando y heridas por la frente y debajo del labio inferior. Por el camino me rompía la cabeza para decidir qué hacer, si decir la verdad a mi familia o inventarme una excusa. Opté por lo más complicado. Hice de tripas corazón y entré en casa. A duras penas expliqué lo que había pasado. Mi padre me respondió con un bofetón y con un ‘’sube a tu habitación y afróntalo como un hombre de verdad, si es que lo eres’’. Les oí discutir desde arriba sobre lo que les había dicho. Me sentía tan incomprendido...
Esa noche se lo conté a Pavlik por teléfono, el cual se preocupó mucho. Le entró miedo de contárselo a su padre. Y le entendía bien. Desde que su madre murió, su padre se dio a la bebida y de vez en cuando recibía palizas cuando llegaba con varias copas de más a casa.
Días después fui a su casa después de una discusión con mis padres. Últimamente era insoportable estar en casa con tanto grito y desaprobación. Esta vez, derrumbado y con lágrimas en los ojos toqué el timbre. Al entrar al hall, me abrazó como nunca lo había hecho, lo cual me reconfortó. Fuimos a su habitación y allí me brindó con los besos y caricias más dulces que puedas encontrar. La música estaba tan alta que por desgracia no oímos la puerta de abajo y cómo su padre llegaba tambaleándose.
Oímos la puerta de su habitación abrirse con gran estrépito. En el umbral estaba su padre con una botella de vodka blanco en la mano derecha y con el puño izquierdo que se cerraba al ver que nuestras manos estaban entrelazadas. Se acercó hacia nosotros con rabia. De pronto me agarró de la camisa y me echó de la habitación. Cerró la puerta y puso una silla para que mis esfuerzos de tratar entrar fuesen en vano. Mientras dejaba salir de su boca con olor a alcohol insultos y tacos, escuché los golpes que le propiciaba con el cinturón a Pavlik, el cual llorando suplicaba que parase.
Bajé las escaleras asustado, no sabía qué hacer, solo corrí calle abajo.
Cuando me sentí más seguro solo pedí hacia mis adentros que Pavlik estuviese bien, pero en ese mismo instante me sentí terriblemente culpable por haberle dejado allí con ese monstruo, aunque tampoco podría haber hecho nada salvo gritar. Puede que hubiese sido mejor que huir al fin y al cabo...
Ralenticé el paso y vi como todo el mundo me observaba. ¿Serían imaginaciones mías? Vi amigos del instituto, conocidos y vecinos, los cuales me miraron con asco y me insultaron tras oír a mis espaldas un ‘’asco de gay’’, ‘’maricón’’.
Se me saltaron las lágrimas y solo pude retenerlas al entrar en casa, aunque mis ojos rojos y vidriosos me delataban.
Llegó la noche y Pavlik no me cogía el teléfono. Supuse que estaría dormido. Había sido un día duro, por lo que también opté por lanzarme a los brazos de Morfeo más temprano que de costumbre.
Cuando desperté mi madre entró en mi cuarto levantando la persiana. Abrí los ojos dificultosamente, la luz me cegaba. Observé que había una carta encima de mi mesita de noche. ¿La habría dejado mi madre antes? La abrí y me di cuenta de que en la carta de tono blanco puro se fundía la tinta negra y letra similar a la de Pavlik. Leí con impaciencia:

Querido Gavrilovich:
Este es mi último adiós para ti y para todos. Ya no me queda nada salvo tu amor incondicional e infinito, tus besos y reconfortantes abrazos. No soporto más vivir en este mundo tan cruel en el que he nacido. Desde que mi madre se fue todo se ha hecho más difícil, y lo sabes mejor que nadie.
Sé con certeza que seguirás trabajando en la cabaña como siempre hemos hecho juntos, sé que encontrarás a otro a quien amar, a otro al que querer, a otro al que abrazar. Pero yo no te convengo, de hecho, no debería de estar en la vida de nadie. Debería desaparecer. Solo soy un homosexual, un inadaptado en esta sociedad tan homófoba que nunca cambiará.
Tú eres fuerte, y estoy seguro de que cumplirás todos tus sueños a pesar de las barreras que se interpongan en tu camino. Siempre has sido el que tiraba de mi cuerpo tendido en el suelo para que no me cayese aún más al agujero oscuro que era mi alma. Pero ahora me he rendido. Y ya no hay vuelta atrás.
Te quiero y te querré siempre hasta el final de mis días y hasta la eternidad, que es la muerte.
Guardaré esos años, siempre; y el amor, siempre; y las horas...
Adiós.
Pavlik

Me asomé a la ventana de mi cuarto y vi como una ambulancia y un coche de policía estaban aparcados en frente de la casa de Pavlik.
Corrí apresuradamente, salí de casa y me dirigí a la de Pavlik.  Me quedé petrificado al ver un cuerpo tapado con una sábana blanca sobre la camilla. Caí al suelo de rodillas y rompí a llorar como nunca antes lo había hecho. ¿Cómo había podido suicidarse? ¿Cómo era posible que mi único y verdadero amor hasta entonces se hubiese ido para siempre? Un grupo de asistentes de la ambulancia me atendieron, respondiéndoles a que Pavlik había sido mi mejor amigo. Me tranquilizaron y hablaron conmigo hasta que estuve más calmado, y ya entonces pude dirigirme a casa.
Mi madre me dijo un ‘’lo siento mucho’’ con la mirada, y me abrazó con ganas.
Subí a mi cuarto con parsimonia. Podría haber llenado el mar entero con las lágrimas que había derramado solo en esas horas. Me dirigí a mi cuaderno de poesías y ensayos, y escribí para distraerme y desahogarme. Aunque bien era cierto que Pavlik no se iba de mi cabeza en ningún momento.

Eran las dos de la mañana y aún no me había dormido. No podía darle vueltas al acto mortuorio de mi novio y sobre mi destino.
¿Y si debiese morir yo también? Mi padre, mis vecinos y los que creía amigos y compañeros me repudian e insultan, además de no aprobar mi orientación sexual. La sociedad está corrompida, y no hay sitio para mí en este mundo en el que tal vez nunca debiese haber existido. Tal vez yo fuese el causante de la muerte de Pavlik al fin y al cabo...Yo dejé que su padre le pegase y estoy seguro de que ese acontecimiento fue la gota que colmó su vaso lleno de lágrimas y dolor. Si hubiese estado más atento esa noche anterior tal vez le podría haber detenido. Pero no lo intuí, no hice nada.
¿Y si debiese escapar? Escapar de este pueblo, de este tortuoso recuerdo, puede que incluso de este país. Cumplía dieciocho años en unas semanas, no sería complicado empezar una nueva vida. Encontrar cualquier trabajo, dejar los estudios o incluso seguirlos en otra parte, comenzar con el dinero que tengo ahorrado y comprar un pequeño piso. Pero sobre todo escapar de esta vida y de este lugar que me tiene tan ahogado. Tan ahogado como sabía que Pavlik lo estuvo.  
¿Amar, olvidar, vivir, o escapar?

martes, 5 de enero de 2016

Odiar o amar,esa es la cuestión

Me encantan tus ojos dorados,
tus labios perfectos y rosados,
me encanta tu pelo castaño
marrones hilos finos de otoño.

Me encanta la forma en que miras
mis ojos tristes y a falta de vida,
que de agua dulce llenas
en vez de melancólica mar salada,
en vez de lluvia espesa y amarga

Pero odio cuando me rechazas,
tus "perdón" y cuando me abrazas.
odio esa retorcida y vegetal maleza
que en mi cuerpo frágil se enreda,
que a un juego tuyo se asemeja.

Odio quererte,
odio no poder tenerte,
odio tu alma desobediente,
odio tener que amarte
pero nunca olvidarte.