domingo, 31 de enero de 2016

Sin título


Me encontraba en aquella enorme casa de fiesta ,en ese sábado por la noche a las dos de la mañana. Todo parecía perfecto, la música sonaba alta, bailábamos, reíamos... Pero de pronto apareciste entre la masa de gente y las luces azules. El son de la música dejaba bailar mis extremidades al son de la canción, y de pronto vi tu pelo rubio y suave. Casi podía notar su tacto en la distancia. Tus ojos azules predominaban entre todos los de aquella habitación, y las luces de discoteca les parecía verse aún más brillantes que de costumbre.  Solo quería escapar corriendo, pero a la vez quería quedarme y disfrutar por una vez. Giré la vista y vi una mesa de madera y unos sofás. Me acerqué sin saber muy bien por qué pero sí por qué motivo me acercaba. Un chico me ofreció una droga en forma de cápsula. Quería escapar de verte, quería escapar de mis pensamientos y quería probar nuevas experiencias.

A la media hora, pude notar poco a poco sus efectos. La música parecía fluir físicamente como un río, sus borbotones de agua musical parecían salpicarme de forma invisible, los besos con extraños parecían pinceles suaves bailando y pintando un bello cuadro dentro de mi boca. Todo parecía sencillamente perfecto, copas. drogas. música alta, euforia... Pero volví a verte de nuevo. Te observé como te lanzabas a otra chica que no era yo, la agarrabas de la cintura y la besabas. Corrí a esconderme a un baño y rompí a llorar. Aún no lo había superado, aún mi mente no se había dado cuenta de que nunca habrá un ''nosotros'' más allá de la amistad.
Salí a fumar un cigarro, la nicotina me hacía volar junto con los otros efectos de la droga que me dio el chico desconocido.
No entendía nada, me sentía muy confunda. Bebí lo que quedaba de mi vaso de un trago y fui adentro de nuevo. Era tarde, mucha gente se había ido, otros yacían dormidos en cualquier parte.
Yo hice lo mismo y para mi sorpresa, soñé contigo.


viernes, 29 de enero de 2016

Silvia y sus demonios

Todo empezaba a tornarse extraño de repente. Notaba el frio correr por mi piel, cómo se me erizaba el vello y los escalofríos dominar mi cuerpo. Fruncía el ceño, ya que empezaba a oírlas otra vez... Miraba a todas partes y a ninguna.

- Debes matarte - Dijeron entre susurros - No vales nada.
- No, no es cierto - contesté insegura.
- Das pena. Molestas a todos a los de tu alrededor.
Imagen de Psycho, schizophrenic, and american horror story- Ellos me quieren, y yo les quiero a ellos.
- Eso no es suficiente. No eres suficiente, no deberías ni existir.
Me tapé los oídos con las manos, me cogí del pelo fuertemente.
- Callad... Callad...
Pero los susurros seguían dentro de mi cabeza. Y de pronto, apareció él.
- Si estoy aquí será por alguna razón. – dije
- Has nacido para morir. Cobarde, egoísta. Ni siquiera eres capaz de acabar con tu propia vida por el bien de los demás.
- ¿Soy cobarde...?
- Claro que lo eres, gorda de mierda.
- ¿Debo hacerlo? ¿Debo hacerlo?
Rodeé con mis brazos las piernas, era una forma de sentirme más segura, y comencé a balancearme sobre mi misma en el suelo de mi habitación de puro nerviosismo.

- ¿Silvia?- Seguía ausente, mirando al vacío. -¿Silvia, sigues aquí? – Volvió a preguntar mi psiquiatra del hospital. Le respondí con la mirada. Al relatar el hecho me había ido por completo.
- Háblame de ese ser. Tus amigos lo llaman Boggart, ¿verdad?
- Sí. Como en la película de Harry Potter. Pensaron que era una buena forma de llamarle.
- ¿Por alguna razón en especial?
- Sí. Un Boggart es una especie de ser que adopta la forma que más te aterrorice a ti mismo en especial, pero si le hechizas con un conjuro le ridiculizas, adoptando este otro aspecto y así ya no te da  tanto miedo.
- Entiendo... - Anotó en el ordenador sonriendo. – Y dime... ¿Qué aspecto tiene?
Mi cara empezó a cambiar hasta tener un aspecto serio. Le recordé en mi mente, y a duras penas le describí.
- Es... Alto, y muy muy delgado. Se le marcan las costillas, los hombros y las rodillas. Tiene la piel amarillenta y rugosa.
-¿Tiene cara?
- Sí... – Dije con la voz temblorosa – Sus ojos son grandes y redondos. Su boca es enorme y me sonríe desde lejos con sus dientes afilados y puntiagudos.
El psiquiatra apuntaba todo con gran velocidad, y no paraba de prestar atención a mis palabras.
- ¿Hay alguna forma de que desaparezca? – Preguntó curioso el médico.
- Ridiculizándole suele dar resultado. – Contesté.
-Cuéntame cómo le ridiculizas.
- Le imagino con las uñas y los labios pintados de rosa. Ah sí, y con un gorro de Papá Noel rojo.
Los dos echamos a reír levemente.
Me miró fijamente  respondió esa pregunta que nadie en la vida me había dicho ni esperaba que me dijese nunca.
Imagen de girl interrupted, movie, and sad- ¿Me prometes que te mantendrás con vida después de salir de esta consulta? – Y me tendió la mano. La miré tentadoramente. Se me pasaron muchas cosas por la cabeza en ese momento. ¿Sería capaz de mantener mi palabra? Nunca pensé que algo tan sencillo de pronunciar sería tan complicado de realizar. Pero tras varios segundos, conseguí contestar.
- Lo prometo...- y tendí su mano a modo de promesa.
- Seguiremos trabajando el próximo día esto. Puedes volver a tu habitación. – Sonrió satisfecho.
Me levanté de la silla y salí de aquel cuarto acogedor. Siempre me encontraba liberada después de aquellas sesiones semanales. Pero no siempre era suficiente... Nunca es suficiente cuando tienes que convivir con alguien a quien odias a muerte dentro de ti mismo...

jueves, 28 de enero de 2016

La hoja que murió en el río Muerte

Yo era una simple hoja de árbol, con una vida breve, tan efímera como la de un suspiro. Breve por su corta duración de tiempo, pero a la vez larga, porque ese suspiro, esa hoja, ha ocupado un sitio en el aire, en el cielo...


Nací del más tierno árbol, con mi tallo verde, fuerte y joven. Fui creciendo y cada vez mi cuerpo se hacía más grande y hermoso, mis venitas por las que corría la sabia de mi madre me alimentaban, me daban vitalidad. Nacían flores rosadas y blancas a mi al rededor que me daban compañía en la primavera y en verano disfrutaba de los más puros y cálidos rayos de sol del atardecer de verano. Todo era perfecto.

Pero por desgracia empezó a hacer frío, y las lluvias y las tormentas llegaron. ¡Qué miedo tenía a aquellos vendavales de agua helada! 
¡Cuánto repugnaba aquellos vientos fuertes que de mi madre me querían arrancar!

Mi tallo se iba haciendo cada vez más débil, mi cuerpo se tornaba marrón y seco. En cualquier momento me iba a romper y nadie tendría compasión de no arrastrarme con los pies cuando al suelo me cayese. 

Las heladas comenzaron a acercarse a todos. muchos de mis hermanos cayeron, otros se mantenían sujetos a nuestra madre, pero yo no podía más. No tenía fuerzas. Y en una tarde neblinosa y fría de noviembre caí, caí suavemente y el viento me meció al son del tintineo de las pocas hojas que quedaban en el árbol. 
Pasaron varias semanas y yo ya estaba muy desmejorada, rota, fría, sola... 
Un día de diciembre el viento soplaba con mucha fuerza, tanto que helaba la piel de mi cuerpecito viejo y desgastado. Llegué al río y como si este acunase a un niño de tan solo unos meses, me meció y llevó consigo; frío pero seguro. Era tranquilizador como las rocas chocaban contra mí y el agua me acariciaba suavemente. No tardé mucho en sumirme en él. Una vez mis hermanos me dijeron que esto se parecía a la muerte de los humanos, frío, seguro, oscuro, tranquilizador, apacible...
Y así en esa noche de diciembre de luna llena me morí , me sumí en un sueño eterno en el que todo era paz.

miércoles, 27 de enero de 2016

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano... (Heine)

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano.
¿No sientes dentro lúgubre inquietud?
Es que en el alma llevo un artesano
que se pasa clavando mi ataúd.

Trabaja sin descanso todo el día;
y en la noche trabaja sin cesar;
que acabes pronto, maestro, mi alma ansía,
y me dejes en calma descansar.

jueves, 21 de enero de 2016

Las barreras del amor

Nunca pensé que llegaría ese beso. Ese beso tan intenso, en el que nuestros labios bailaban bajo la lluvia al ritmo en el que las gotas caían levemente sobre nuestra piel y nuestra tez fría, pero a la vez ardiente por la muestra sorprendente de pasión de ambos. Pavlik me agarró por la cintura, y sí, en ese instante sentí que el tiempo se hacía infinito. Nos miramos fijamente, he de decir que amaba el mar azulado que tenía en sus ojos. Pronunció mi nombre algo entrecortado y me dijo un ‘’te quiero’’ vergonzoso. Yo sonreí y le respondí que qué íbamos a hacer. Vivíamos en un pueblo ruso de tradiciones conservadoras, en donde la homosexualidad no estaba nada bien vista. Los dos nos quedamos pensativos, pero después nos dejamos llevar por el momento de nuevo, no era momento de preocuparnos. Con que nuestras familias no lo supiesen, bastaba. Nos despedimos y separamos de camino para finalmente dirigirnos a nuestras casas.
No lo podía creer. Él era todo lo que había soñado: alto, guapo y polifacético. Tenía el pelo abundante y rubio, mientras que sus ojos color mar acompañados de sus labios finos y rosados, inspiraban ternura. Tocaba el violín y le gustaba la música indie. Sencillamente genial. Mientras, yo era más bien todo lo contrario: tenía el pelo color azabache y un par de esmeraldas por ojos. Tocaba la guitarra y me gustaba la música alternativa. Pero sí teníamos algo en común, nuestras familias. Eran bastante conservadoras en cuanto a tradiciones se refería, y de temperamento frío como la temperatura de nuestro país. Mi padre y el suyo eran muy homofóbicos, al igual que la sociedad, lo cual no entendía.
Me sentía como un pecado, como un error, como una decepción para mi familia y para lo que sería en un futuro. Pero al mismo tiempo no me importaba. Le tenía a él. Solo él y yo y nuestro pequeño pero gran secreto.
Pavlik y yo teníamos encuentros nocturnos. Ambos nos escapábamos de casa cada noche. Íbamos a una cabaña de madera que construíamos de niños en un bosque cerca de nuestras casas. Era preciosa, acogedora y muy de nuestro estilo. Tenía colgados en las paredes posters de nuestros grupos preferidos, un altavoz para escuchar música, una alfombra roja donde sentarse justo en el centro y un par de sillas en los rincones, así como un pequeño armario donde guardaba licores y varias bebidas y un sofá-cama verde oscuro. Todo eso no era mucho, pero seguía siendo  mucho más de lo que necesitábamos.
Esa noche iba a ser especial. Los dos habíamos dicho que no íbamos a dormir a casa, que lo haríamos en casa de un amigo, pero en realidad la pasaríamos juntos. Nos sentamos en el sofá, y mientras escuchábamos música, reíamos, nos besábamos, bebíamos, nos abrazábamos... Así hasta la madrugada. Hablamos de forma cómica de las horribles formas de pensar tan cerradas de nuestros conocidos y familiares. Les imitábamos, hacíamos muecas extrañas y copiamos su voz. También pensamos en mantener todo eso en secreto hasta que nos fuésemos a estudiar a la universidad y nos fuésemos de casa. Al fin y al cabo nos quedaba menos de un año para acabar todo ese infierno.
De pronto la carcajada se tornó a una sonrisa tímida pero sincera. Le acaricié la cara y el pelo y comencé a besarle, lo cual él me respondió quitándome la camisa. Yo hice lo mismo poco a poco. Y así, nuestros cuerpos se unieron por primera vez de verdad y con amor puro, piel con piel, a las dos de la mañana de ese mes de agosto.
Me desperté con los primeros rayos dorados de sol que se colaban por la ventana trasparente. Pavlik aún seguía plácidamente dormido.
Me levanté intentando no despertarle, cogí café del termo y empecé a bebérmelo con ganas. Me fijé en lo perfecto que era todo, pero no sabía que aquello duraría poco y que lo trágico solo estaba por llegar...
Pavlik abrió los ojos, le di un ‘’buenos días’’ cariñoso junto con un poco del café que había sobrado, el cual aún seguía caliente.
Encendí el altavoz de nuevo para espabilarnos, y comenzamos a vestirnos. A las dos horas ya estábamos saliendo de la cabaña para dar un paseo matutino. Íbamos de la mano, como de costumbre. Paramos en un tronco para sentarnos. Nos estábamos besando cuando de pronto oímos algo a nuestras espaldas.
Era un grupo muy conocido en la ciudad de radicales homófobos rusos. Estábamos impactados, ya que no había escusa que valiese para justificar nuestro gesto. Tras varios insultos y gestos de asco y desaprobación empezaron a perseguirnos por todo el bosque con el objetivo de agredirnos. Corrimos todo lo que pudimos pero yo fui alcanzado. Mientras me empujaban y me retorcía en el suelo por cada golpe que recibía, gritaba a Pavlik que corriese, que no se detuviese, el cual por suerte hizo caso.
Cuando pensé que ya no podía soportar más golpes, se detuvieron y se fueron satisfechos. Cuando me levanté tenía moratones por todo el cuerpo, la nariz sangrando y heridas por la frente y debajo del labio inferior. Por el camino me rompía la cabeza para decidir qué hacer, si decir la verdad a mi familia o inventarme una excusa. Opté por lo más complicado. Hice de tripas corazón y entré en casa. A duras penas expliqué lo que había pasado. Mi padre me respondió con un bofetón y con un ‘’sube a tu habitación y afróntalo como un hombre de verdad, si es que lo eres’’. Les oí discutir desde arriba sobre lo que les había dicho. Me sentía tan incomprendido...
Esa noche se lo conté a Pavlik por teléfono, el cual se preocupó mucho. Le entró miedo de contárselo a su padre. Y le entendía bien. Desde que su madre murió, su padre se dio a la bebida y de vez en cuando recibía palizas cuando llegaba con varias copas de más a casa.
Días después fui a su casa después de una discusión con mis padres. Últimamente era insoportable estar en casa con tanto grito y desaprobación. Esta vez, derrumbado y con lágrimas en los ojos toqué el timbre. Al entrar al hall, me abrazó como nunca lo había hecho, lo cual me reconfortó. Fuimos a su habitación y allí me brindó con los besos y caricias más dulces que puedas encontrar. La música estaba tan alta que por desgracia no oímos la puerta de abajo y cómo su padre llegaba tambaleándose.
Oímos la puerta de su habitación abrirse con gran estrépito. En el umbral estaba su padre con una botella de vodka blanco en la mano derecha y con el puño izquierdo que se cerraba al ver que nuestras manos estaban entrelazadas. Se acercó hacia nosotros con rabia. De pronto me agarró de la camisa y me echó de la habitación. Cerró la puerta y puso una silla para que mis esfuerzos de tratar entrar fuesen en vano. Mientras dejaba salir de su boca con olor a alcohol insultos y tacos, escuché los golpes que le propiciaba con el cinturón a Pavlik, el cual llorando suplicaba que parase.
Bajé las escaleras asustado, no sabía qué hacer, solo corrí calle abajo.
Cuando me sentí más seguro solo pedí hacia mis adentros que Pavlik estuviese bien, pero en ese mismo instante me sentí terriblemente culpable por haberle dejado allí con ese monstruo, aunque tampoco podría haber hecho nada salvo gritar. Puede que hubiese sido mejor que huir al fin y al cabo...
Ralenticé el paso y vi como todo el mundo me observaba. ¿Serían imaginaciones mías? Vi amigos del instituto, conocidos y vecinos, los cuales me miraron con asco y me insultaron tras oír a mis espaldas un ‘’asco de gay’’, ‘’maricón’’.
Se me saltaron las lágrimas y solo pude retenerlas al entrar en casa, aunque mis ojos rojos y vidriosos me delataban.
Llegó la noche y Pavlik no me cogía el teléfono. Supuse que estaría dormido. Había sido un día duro, por lo que también opté por lanzarme a los brazos de Morfeo más temprano que de costumbre.
Cuando desperté mi madre entró en mi cuarto levantando la persiana. Abrí los ojos dificultosamente, la luz me cegaba. Observé que había una carta encima de mi mesita de noche. ¿La habría dejado mi madre antes? La abrí y me di cuenta de que en la carta de tono blanco puro se fundía la tinta negra y letra similar a la de Pavlik. Leí con impaciencia:

Querido Gavrilovich:
Este es mi último adiós para ti y para todos. Ya no me queda nada salvo tu amor incondicional e infinito, tus besos y reconfortantes abrazos. No soporto más vivir en este mundo tan cruel en el que he nacido. Desde que mi madre se fue todo se ha hecho más difícil, y lo sabes mejor que nadie.
Sé con certeza que seguirás trabajando en la cabaña como siempre hemos hecho juntos, sé que encontrarás a otro a quien amar, a otro al que querer, a otro al que abrazar. Pero yo no te convengo, de hecho, no debería de estar en la vida de nadie. Debería desaparecer. Solo soy un homosexual, un inadaptado en esta sociedad tan homófoba que nunca cambiará.
Tú eres fuerte, y estoy seguro de que cumplirás todos tus sueños a pesar de las barreras que se interpongan en tu camino. Siempre has sido el que tiraba de mi cuerpo tendido en el suelo para que no me cayese aún más al agujero oscuro que era mi alma. Pero ahora me he rendido. Y ya no hay vuelta atrás.
Te quiero y te querré siempre hasta el final de mis días y hasta la eternidad, que es la muerte.
Guardaré esos años, siempre; y el amor, siempre; y las horas...
Adiós.
Pavlik

Me asomé a la ventana de mi cuarto y vi como una ambulancia y un coche de policía estaban aparcados en frente de la casa de Pavlik.
Corrí apresuradamente, salí de casa y me dirigí a la de Pavlik.  Me quedé petrificado al ver un cuerpo tapado con una sábana blanca sobre la camilla. Caí al suelo de rodillas y rompí a llorar como nunca antes lo había hecho. ¿Cómo había podido suicidarse? ¿Cómo era posible que mi único y verdadero amor hasta entonces se hubiese ido para siempre? Un grupo de asistentes de la ambulancia me atendieron, respondiéndoles a que Pavlik había sido mi mejor amigo. Me tranquilizaron y hablaron conmigo hasta que estuve más calmado, y ya entonces pude dirigirme a casa.
Mi madre me dijo un ‘’lo siento mucho’’ con la mirada, y me abrazó con ganas.
Subí a mi cuarto con parsimonia. Podría haber llenado el mar entero con las lágrimas que había derramado solo en esas horas. Me dirigí a mi cuaderno de poesías y ensayos, y escribí para distraerme y desahogarme. Aunque bien era cierto que Pavlik no se iba de mi cabeza en ningún momento.

Eran las dos de la mañana y aún no me había dormido. No podía darle vueltas al acto mortuorio de mi novio y sobre mi destino.
¿Y si debiese morir yo también? Mi padre, mis vecinos y los que creía amigos y compañeros me repudian e insultan, además de no aprobar mi orientación sexual. La sociedad está corrompida, y no hay sitio para mí en este mundo en el que tal vez nunca debiese haber existido. Tal vez yo fuese el causante de la muerte de Pavlik al fin y al cabo...Yo dejé que su padre le pegase y estoy seguro de que ese acontecimiento fue la gota que colmó su vaso lleno de lágrimas y dolor. Si hubiese estado más atento esa noche anterior tal vez le podría haber detenido. Pero no lo intuí, no hice nada.
¿Y si debiese escapar? Escapar de este pueblo, de este tortuoso recuerdo, puede que incluso de este país. Cumplía dieciocho años en unas semanas, no sería complicado empezar una nueva vida. Encontrar cualquier trabajo, dejar los estudios o incluso seguirlos en otra parte, comenzar con el dinero que tengo ahorrado y comprar un pequeño piso. Pero sobre todo escapar de esta vida y de este lugar que me tiene tan ahogado. Tan ahogado como sabía que Pavlik lo estuvo.  
¿Amar, olvidar, vivir, o escapar?

martes, 5 de enero de 2016

Odiar o amar,esa es la cuestión

Me encantan tus ojos dorados,
tus labios perfectos y rosados,
me encanta tu pelo castaño
marrones hilos finos de otoño.

Me encanta la forma en que miras
mis ojos tristes y a falta de vida,
que de agua dulce llenas
en vez de melancólica mar salada,
en vez de lluvia espesa y amarga

Pero odio cuando me rechazas,
tus "perdón" y cuando me abrazas.
odio esa retorcida y vegetal maleza
que en mi cuerpo frágil se enreda,
que a un juego tuyo se asemeja.

Odio quererte,
odio no poder tenerte,
odio tu alma desobediente,
odio tener que amarte
pero nunca olvidarte.