Esta es la historia de Gabriel, un chico diferente, tan diferente que no era aceptado por la cruel y elitista sociedad de aquellos tiempos.
Él era castaño oscuro, con el pelo corto pero abundante, alto, delgado y serio. Su boca fina apenas esbozaba una sonrisa desde la muerte reciente de su mejor amigo Ismael. Sus ojos oscuros no presentaban ninguna emoción salvo la de un alma rota por la vida misma, Su cuerpo estaba lleno de piercings y tatuajes. Su piercing favorito era el septum de la nariz ,ya que fue el primero que se hizo, y su tatuaje favorito era el del brazo derecho. Una rosa con una pluma enredada en ella con el nombre de su mejor amigo debajo. Era el que más significado tenía para él. Lo era todo. De hecho, odiaba mucho a la gente de su sociedad ya que los tatuajes estaban bien vistos si no eran abundantes y no tenían significado alguno. Eso era lo más habitual, pero Gabriel no era en absoluto lo que un chico de 18 años solía ser.
Gabriel siempre iba en sus cosas, era alguien distraído, ausente y solitario. No le gustaba la gente y a la gente tampoco le gustaba él. Los adultos le tachaban de gamberro por su apariencia y los adolescentes de raro por ser tan callado. Era una hoja de otoño caída en la más florida primavera. Ciertamente no encajaba.
Se sentó en la cama y vió una nota de su madre: "Tienes una carta en el buzón, creo que es de Ismael. Me he ido a trabajar, tienes la comida en la encimera".
A Gabriel se le paró el corazón por un momento. ¿Ismael? ¿Esque le escribió una carta antes de morir? ¿Acaso habría explicación para lo que hizo? Corrió hacia el buzón del exterior de la casa y le abrió. Cogió el sobre y subió a su habitación. La hoja era de color azul, escrita a tinta negra negra.
Querido Gabriel:
Han pasado tantas cosas y tan deprisa que no puedo asimilarlas todas. Sé que aún tengo 17 años, pero no puedo con la ruptura de Elisa, con la separación de mis padres, mi estado de ánimo que sabes que decae cada día, la mudanza, todo... Eras el único amigo que tenía, y me tuve que ir y dejarte allí. Los dos sabemos que no encajamos en este mundo, pero sé que tú más que nadie podrás hacer grandes cosas, tendrás un gran futuro como tatuador, encontrarás a alguien, tu familia, unida, te apoyará en todo a pesar de tus errores etc. Mi falta de sueño me ha hecho refelxionar...y si debiese hacerlo, ¿tal vez debiese desaparecer? ¿Tal vez mi vida solo sea un cúmulo de errores, de pideras que se interponen en mi camino? Y como tú que sabes mejor que nadie, nunca he sido tan fuerte como tú ni como nadie. Así que me despido para siempre de ti y de todos de una vez por todas.
Prometo guardar todos los momentos, todas las horas, todo el afecto, todas las risas, las lágrimas. Todo. Dejaré todo para no sentir nada, para sumirme en un sueño eterno.
Un abrazo, sé fuerte.
Ismael
Gabriel rompió a llorar. Podría haberle detenido si Ismael le hubiese dado la carta antes. Podría haber detenido la moto. Podría simplemente haber hecho algo para cambiar el rumbo de las cosas...
Decidió que llorando no podía hacer que volviese, así que se tranquilizó.
Cogió el boli con más tinta que encontró y empezó a escribir una carta para Ismael.
Tardó una media hora, era complicado para él abrir su corazón ya que no estaba acostumbrado a ello. Cogió el coche y se dirigió al cementerio.
Llegó a la tumba de Ismael. Leyó la fecha de muerte y la de nacimiento, y pensó que jamás en su vida habrá una fecha que le marcará tanto en su vida como la había hecho ese 18 de octubre. Leyó en voz alta su carta:
Querido Ismael:
La culpa me ha amargado la existencia de estos días tan grises desde que tu perdida apareció en mi vida. Ya no hay vuelta atrás, ya no puedo hacer nada. Ojalá pudiese devolverte a la vida, detener esa moto, hacerte entrar en razón y vivir todo lo que vivimos en nuestros momentos de amistad otra vez...
Sabes que soy un chico de pocas palabras pero de sentir mucho las cosas. Por eso te pido que estés mejor que nunca estés donde estés ahora ,y que te llevo muy adentro.
Te hecho de menos.
Gabriel
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