domingo, 16 de octubre de 2016

Emociones en la arena

Alguna vez has llegado a pensar...si tuvieses una sola máscara de por vida, y que describiese una única emoción, cuál sería? ¿Escogerías lo que sientes la mayor parte del tiempo, o lo que querrías sentir?
Si tú fueses emociones tales como tristeza, impotencia o frustración... ¿qué harías? ¿Qué opción escogerías?

Tal vez tengas que ver las dos caras de la moneda en una historia.
Tal vez la mejor forma de descubrir es imaginar, y vivir.

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Vagaba por un lugar sin saber muy bien donde estaba. A veces veía a otras personas que eran más parecidas a siluetas con cuerpo de sombra y una máscara flotante sobre su rostro. Algunos iban corriendo juntos. Saltaban, reían y sus voces se perdían en la lejanía como si fuesen un sueño.
Otros iban solos, y eso era lo único en lo que me parecía a ellos. Andaban pesadamente o muy agitados, o incluso corrían asustados, como si estuviesen atrapados a pesar de que era un espacio abierto.
Nunca pude comprobar quién eran. Era como si hubiese una cortina invisible que me impedía acercarme a ellos. Aunque nunca supe si esa extraña fuerza era algo más mental que físico. Lo único que me permitía mi cuerpo era girar la cabeza para observar su máscara y después verles desvanecerse entre la bruma. ¿Les pasaría lo mismo a ellos?

No sabía como había llegado allí, ni por qué, ni desde hace cuánto. El tiempo era casi inexistente, igual que la compañía para cualquiera que tenía mi tipo de máscara.

Era cierto que nadie tenía una máscara igual, pero se dividían principalmente en dos grupos: las máscaras de color amarillo y las de color índigo. Había tanta variedad...y sin embargo todas me parecían bonitas. Sobre el fondo de alguno de los dos colores había distintos estampados que describían a la persona en sí. Distintos colores, formas, brillos, profundidades... No había dos iguales ni tampoco más bonitas que otras. Todas tenían cierta atracción y poder.
Yo nunca había visto la mía, pero sabía que era de color índigo.

Decidí sentarme al lado de unas altas hierbas de color desvaído. Era extraño, pero eran mas suaves de lo que pensé que serían.
Me llevé el dedo índice y corazón a la máscara, y lentamente la palpé. Cerré los ojo y trate de ver la forma y el color. Seguí la forma curva como si fuese un camino, desde mi pómulo hasta rodear la parte baja de mi ojo para acabar en un extremo de la nariz. No era una línea muy gruesa, pero tenía volumen. Seguí palpando y no tardé en darme cuenta de que los dos lados de la máscara eran simétricos, salvo en el grosor de una de las líneas curvas del pómulo.


Miré a mi alrededor y el paisaje había cambiado. De pronto me encontraba en un sitio distinto. Ya no estaba en ese camino, sino en un puente de piedra al lado del mar. No había nadie más, y eso era muy raro...
Recorrí el puente, y vi que había unas escaleras de piedra desgastadas y húmedas cerca de mí. Me asomé por el puente para comprobar a donde conducían. Bajo el último escalón había un gran espacio de arena blanca y fina.

Según bajaba las escaleras, notaba cosas nuevas. Una brisa trajo muchos olores mientras mecía mi pelo oscuro violentamente. Olores, pero también recuerdos... Pude identificar el olor a agua marina, piedras, algas, arena... Y al mismo tiempo que trataba de sacar cada esencia de cada olor, se proyectaban imágenes en mi memoria... Una mano suave y cálida agarrando la mía, una mano que me protegía y que a la vez me hacía sentir que se compenetraba con la suya.

Toqué la arena con mis pies descalzos. No estaba caliente, pero tampoco demasiado fría. Era agradable al tacto, como pisar una sábana hecha de cojines acolchados.
Comenzaba a sentir algo extraño según andaba por la playa...algo parecido a la satisfacción. Sentí como si eso ya lo hubiese sentido alguna vez, aunque hasta ahora no recordaba ni que ese sentimiento existiese para la gente con la máscara de color índigo.

Decidí ir en dirección a la orilla, y más recuerdos junto con los aromas aparecieron. Cerré los ojos y traté de concentrarme en todo lo que me rodeaba y lo que se proyectaba en mi cabeza. Podía oír las olas del mar, la brisa marina y notar su olor con la calidez de esa mano que antes había recordado.
De pronto recordé unas risas, casi iguales a las de las personas con la máscara amarilla que solía ver en mi camino. Pero tenían un toque distinto, casi podía sentir la sensación que producía a esas dos personas aquella carcajada. Corrían, jugaban, saltaban, reían...
Ya no eran dos personas, había más, pero el recuerdo era borroso, no podía identificar a nadie.
Abrí los ojos y sonreí. Jamás había sentido algo tan bueno y tan real. Nunca hubiese pensado que eso podría llegar a pasarme después de estar vagando por los caminos...

Miré al horizonte y vi unas sombras cerca de la orilla del mar. Cada vez se hacían menos translúcidas y más realistas. No eran recuerdos, eran de verdad. Ellos no tenían máscara, y a pesar de no conocer a ninguno, sus rostros me parecían familiares. Vi como una chica sonriente hacía un gesto con la mano para indicarme que fuese con ellos. Me infundió mucha confianza a pesar de no reconocerla.

Caminé en su dirección. Vi como estaban metidos en el agua hasta las rodillas. Parecían tan felices... Y por alguna razón no sentí lo que sentía otras veces cuando veía pasar a las personas felices de máscara amarilla (indiferencia, curiosidad), sino...como si yo también pudiese ser como ellos. Como si pudiese ser feliz por primera vez, o...¿otra vez?
Puede que por eso sintiese cierta familiaridad, puede que una vez fui feliz, pero había estado tan triste que lo había olvidado.

La arena estaba más húmeda en esta parte de la playa, aunque había aún bastante espacio entre el agua y yo. La marea era baja, aunque me sentía muy cerca y a cada paso mejor que en el anterior.

Llegué a la orilla. El agua espumosa tocaba mis pies. Estaba fría, pero no me hacía estremecer.
Aquella chica seguía mirándome con una sonrisa amplia, esperando pacientemente a que llegase. El agua me daba respeto, aunque al mismo tiempo aquellas personas me infundían confianza.
Miré bajo mis pies. El agua había dejado escrito en la arena una frase: ''Para ganar hay que arriesgar''.
Observé a la chica otra vez, y decidí adentrarme en el agua.

El agua no tardo en tocarme los tobillos cuando noté unas algas en mis pies. Las aparté con un leve movimiento, pero al volver a observar a la chica, vi que estaba bastante más lejos de lo que recordaba. El mar de pronto estaba muy oscuro y mucho más profundo a pesar de que el nivel de agua no había subido ni para mí ni para las personas de antes. El agua era casi negra, y aquella oscuridad iba en dirección a mi cuerpo. Tuve miedo, pero seguí avanzando.

De pronto aparecieron más algas oscuras en mis pies, algunas se aferraban a mis tobillos y era complicado avanzar. En uno de mis pasos la arena se hundió bruscamente. ¿Había sido un hoyo, o una de esas algas que me había tirado hacia el fondo?
Estaba muy asustada, a cada paso era mas complicado. Mis pies se hacían muy pesados dentro del agua, pero no paré de mirar a la sonrisa de esa chica para no perder la dirección ni los ánimos.

Estaba muy cerca ya. Ella me tendió su mano pero cuando iba ya a sostenerla, mis pies se hundieron bruscamente en la arena. De pronto mi cuerpo estaba dentro del agua. Varias algas oscuras se retorcían por mis tobillos, tratando de llevarme al fondo. 

Estaba muy oscuro allí abajo, solo podía ver una luz tenue cerca de la superficie. Me balanceé de un lado a otro, pataleé, pero las algas eran más fuertes. Traté de mover mis brazos para salir del agua, pero no podía. Estaba cerca, muy cerca, pero no podía subir más. Estiré mi brazo derecho lo que más pude. Conseguí sacar parte de mi mano fuera del agua. Me sentía atrapada, aterrada, impotente.

De repente noté algo en la palma de mi mano derecha. Fue tan rápido que apenas pude darme cuenta. Salí disparada por una fuerza descomunal hacia fuera del agua.

Me encontraba casi sin aliento en una barca de madera. Observé a mi alrededor. Las personas de antes se hallaban cerca de mí, con mirada atenta y calmada. Me sonreían. Casi podía leer en sus miradas un ''todo ha pasado''.
La chica de la sonrisa me tendió la mano para levantarme, pero nada mas hacerlo noté algo extrañamente húmedo sobre los dedos de mis pies. Eran gotas de color índigo. Me palpé la mejilla con las yemas de los dedos. Mi máscara... ¿Qué está pasando?

Cada vez caían más gotas de color índigo, dejando así un gran charco sobre la barca. De pronto empezaron a caer gotas más leves de otros colores que tiñeron ligeramente al charco oscuro. Violeta, azul celeste, blanco... No podía parar de mirar fascinada y confundida al mismo tiempo como se fundían unos colores con otros, era mágico.

De pronto cayeron unas gotas de color...¿dorado? Una, dos, tres...
Cuando la cuarta tocó el charco multicolor, los colores empezaron a moverse por sí solos de la
misma forma que lo hacía el mar, de forma tranquila e hipnotizante.

Hubo un momento en el que la barca se balanceó ligeramente por una ola. El charco de colores fue en dirección contraria a mí, como cuando la marea retrocede en la orilla.
Seguía habiendo colores en la madera, pero había unos espacios claramente vacíos en los que  se podía ver la madera de la barca. Eran letras. ¿Una frase...?
''La unión hace el cambio, pero la fuerza más poderosa, está en tí.''